Hace unos meses fui al cine a ver «Perdida», una película de David Fincher basada en el best seller de Gillian Flynn’s Gone Girl. Debo confesar que la cinta me mantuvo sentada en la butaca del cine con los ojos como platos y que me rondó la cabeza durante días después de verla. Aviso, encontrareis SPOILERS en este post.
Nick y Amy son la pareja perfecta. En el quinto aniversario de su matrimonio, Amy desaparece. Todo parece un asesinato y el principal sospechoso es Nick. La historia gira entorno al descubrimiento de que Nick y Amy no han sido el matrimonio perfecto. Suenan campanas de Oscars para esta cinta, y sin embargo, nadie ha podido decidir si el film es un retrato sexista de una mujer que ha enloquecido o si se podría considerar como un manifiesto feminista. A mi modo de verlo, la película es un thriller que sirve de crítica social y que juega con las estructuras de poder que existen dentro de un matrimonio. La idea de que «Perdida» tiene un problema con la figura femenina queda reflejado en el robo de la perspectiva de Amy. El limitado acceso a ésta altera dramáticamente la narrativa ya que en el libro se desarrolla muchísimo más. Resulta llamativo que las peores acciones misóginas de Nick no figuren en la película y sí lo hagan en el libro, entendiendo de esta manera que se ha ‘romantizado’ y dulcificado la figura del protagonista masculino (Ben Affleck).
Hay un momento en la película cuando ya el espectador está casi seguro de que Nick ha asesinado a Amy en el que la descubrimos (SPOILER ALERT) en un coche conduciendo con el sol de cara y narrando, a modo de monólogo, que ella es quien ha ideado su propio ‘supuesto’ asesinato. En este brillante monólogo la protagonista explica cómo elaboramos una identidad para nuestras parejas, y en especial quienes hacen esto son las mujeres, porque se espera de ellas que gusten y complazcan; pasamos a ser la chica «guay». Amy toca problemas sobre cómo las mujeres interactúan con sus parejas y con otras personas de su mismo sexo y desarrolla como éstas se ven encerradas en unas normas de género que son totalmente inalcanzables. Su monólogo va más allá, una chica «guay» también debe saber comportarse como un hombre en ciertas ocasiones y entender sus acciones sin ofenderse, al mismo tiempo que debe ejercer en la cama un rol que le sea complaciente a éste. Es un ejemplo de la manera en que las mujeres son controladas por la sociedad y colman ciertos roles específicos. Amy intenta ser perfecta mientras él, harto de fingir, la engaña con otra mujer mucho más joven y que, además, se encuentra en una situación profesional por debajo de él.
“Ser una tía «guay» significa que soy una mujer sexy, inteligente y divertida a la que le encanta el fútbol, el póker, los chistes guarros y que eructa, que juega a los videojuegos, bebe cerveza barata, le gustan los tríos y el sexo anal, y se atiborra de perritos calientes y hamburguesas como si estuviese protagonizando la mayor orgía culinaria del mundo, mientras, de alguna forma, consigue mantener una talla XS, porque las tías «guays» son por encima de todo sexys. Están buenas y son comprensivas. Las tías «guays» nunca se enfadan; sólo sonríen con desazón, de una forma encantadora, y dejan a sus hombres hacer lo que les dé la gana […]. Los hombres creen que esta chica existe. Quizá estén engañados porque hay muchas mujeres que están dispuestas a fingir que son esa chica. Durante mucho tiempo, las ‘tías guays’ me han irritado. Veía a los hombres – amigos, compañeros, extraños – atontados por estas horribles mujeres falsas y quería sentarlos y decirles calmadamente: ‘No estas saliendo con una mujer, estas saliendo con una mujer que ha visto demasiadas películas escritas por hombres socialmente ineptos a los que les gusta pensar que este tipo de mujer existe y que les besará».
En la película, ambos protagonistas resultan narradores en los que no podemos confiar ya que sus dos versiones son contradictorias. Eso contribuye a la sensación de incomodidad del espectador. En su matrimonio, ambos protagonistas escenifican un juego de poder que acaba desembocando en un thriller donde nada es lo que parece. En un contexto de recesión económica, el film nos transporta a una crisis matrimonial.
Debo confesar que cuando salí del cine, la película me había provocado un estado de desagrado e incomodidad dado que en ciertos momentos, pensé que simplemente se trataba de una película sobre «una puta loca». Pero cuantas más vueltas le daba, me daba cuenta de que hay muchos más niveles que leer en el film. Quizás, me quedé inicialmente con una lectura simple de la película porque hay un gran peso en las escenas en las que Amy actúa como una loca psicópata, y por ello otras escenas quedan flojas o faltas de peso. Pensando y pensando, me di cuenta de la genialidad de parte de la película: la elección de los personajes femeninos y la variedad de colores de éstos. Y mucho más importante: personajes femeninos, en plural. Es cierto que Amy representa un estereotipo negativo femenino, pero no es el único personaje de este género y el resto son bastante decentes. Vivimos en un momento en el que no hay demasiadas películas que centran su personaje principal en una mujer, y cuando éstas aparecen, normalmente juegan un papel subyugado al de un hombre. Lo bueno en «Perdida», es que el personaje de Amy no representa a todas la mujeres, hay otras y no están definidas esencialmente por su género o por ser el interés amoroso de algún personaje masculino. Contamos con una audaz detective, una fiel hermana, una madre controladora como la de Amy… Sí, todas tienen rasgos negativos, ¿pero no es eso algo humano? Las mujeres en la cinta representan su propia agencia y su propia persona y se les permite tener sus propias opiniones. Posiblemente, el gran logro es la variedad y diversidad de la representación femenina. De esta forma, existe cierta paridad entre los dos géneros. Creo que en «Perdida» encontramos personajes femeninos lejos del cine de acción que son fuertes, independientes, están bien escritos y pueden estar en cualquier posición ética o moral, sin eso significar que todo el género femenino es así, simplemente son mujeres. Y me parece esencial representar también anti-heroínas para darle peso a la pluralidad del género femenino. Amy representa uno de los peores tipos de ser humano, una misántropa –efectivamente, puede contarse como una misógina ella misma–. Levanta falsas acusaciones de violación en más de una ocasión, hace creer a toda una comunidad que su marido la ha asesinado, utiliza un embarazo para que éste no la abandone… La incomodidad que los espectadores sienten con Amy, viene basada en el hecho de que no están acostumbrados a ver una mujer que rompe el estereotipo femenino dulce y amable. Este personaje, se sale de la categoría de femme fatale de los 40 y va mucho más allá. Si Hollywood, y la cultura en general, necesitan más roles femeninos, ¿porqué no crear también auténticas villanas y psicópatas sin que tengan que representar el carácter de todas las mujeres del planeta? Quizás la verdadera equidad sería admitir que algunas mujeres pueden ser unas psicópatas. Es estúpido pensar en términos del siglo XVIII y pensar aún que las mujeres son buenas por naturaleza y definición, como si hablásemos del concepto del «ángel de la casa». Sería una hipocresía si nos resistiéramos a la idea de que las mujeres debemos ser criaturas emocionales y empáticas, y además nos negáramos a aceptar representaciones opuestas.
Siendo sincera, el verdadero motivo por el que me sentí tan repulsada e incómoda en ciertos momentos, es el hecho de que se juegue con falsas acusaciones de violación. Amy lo hace más de una vez, y de un motivo u otro sale airosa de todas sus mentiras. Representar un personaje perturbado y totalmente cruel, que simplemente es de género femenino, me parece normal. Sin embargo, en una sociedad en la que aún se acusa a sus victimas de violación de «buscarlo» o «provocarlo», crear una figura que se aprovecha de esta tragedia buscando atención, lo único que hace es reforzar la idea de que las victimas, más que eso, son cazadores. Aunque los estudios demuestran que las mujeres no mienten en este tipo de acusaciones, después de ver la película es fácil imaginar a un espectador ‘simple’ e imaginar qué puede rondar su cabeza: «las mujeres están locas».
Entiendo varias motivaciones que empujan a Amy a hacer lo que hace. La verdad es que sus razonamientos son muy legítimos la mayoría de veces, y sus conclusiones por ende son válidas. Simplemente el resultado del proceso mental de la protagonista es problemático, ya que en vez de abandonar a su marido, decide fingir su propia muerte para así conseguir que lo ejecuten. Amy es mucho más que una lunática amargada, es una fanática de la destrucción de los roles asignados a los géneros, la anti-heroína del siglo XXI.
Blanca B